Hemos elegido nunca vivir solos. Un misionero de África siempre vive en comunidad. La predicación sobre el amor fraternal se hace principalmente con el ejemplo de la vida comunitaria, reuniendo hermanos y sacerdotes de diferentes orígenes, culturas, edades y sensibilidades. Todos están unidos en el mismo entusiasmo por el Evangelio. Juntos, vivimos, oramos y trabajamos. Esto comienza desde el inicio de nuestro programa de formación (desde nuestra fundación en 1868).
En una vida llena de acción, la oración es escuchar, alabar, ofrecer, buscar y discernir la Voluntad de Dios. Nuestros días están regulados por períodos de oración comunitaria (Eucaristía, laudes y vísperas), períodos de oración personal y silenciosa y períodos de restauración de nuestra fuerza interior por medio de la Biblia o de otras lecturas. Juntos, somos corresponsables para cumplir una misión. No imaginamos tener proyectos personales. Todos nuestros compromisos son presentados a la comunidad por medio del consejo semanal de la comunidad donde elaboramos y evaluamos todas nuestras actividades. Vivir en comunidad, es compartir la carga de nuestro trabajo y compartir lo que experimentamos.
Según el Espíritu de Jesús, nuestro estilo de vida quiere ser simple y solidario con África, que está sufriendo y luchando por liberarse. En consecuencia, en comunidad, nos limitamos a lo esencial para vivir, trabajar y compartir. “Jesús no vino a establecer estructuras ni organizar proyectos. Él vino a conocer a los pequeños de manera simple y fraternal”. Siguiendo las huellas de Jesús, damos prioridad al encuentro con otros en su singularidad. El encuentro con otros es creer que son amados por Dios y salvados en Jesús. Reunirse con otros es amar sin reservas; admirar la acción de Dios en su cultura, para buscar la verdad con ellos y luchar por el reconocimiento de todos sus derechos. El encuentro con otros es perdonar y buscar perdón; es velar por el momento adecuado para orar juntos.